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jueves, 24 de julio de 2008

¿El fin del neoliberalismo?

JOSEPH E.STIGLITZ 20/07/2008 El mundo no ha sido amable con el neoliberalismo, esa caja de sorpresas de las ideas que se basa en la noción fundamentalista de que los mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos con eficiencia y sirven bien al interés público. Este fundamentalismo del mercado estuvo detrás del thatcherismo, la reaganomía y el denominado "consenso de Washington", todos ellos a favor de la privatización, de la liberalización y de los bancos centrales independientes y preocupados exclusivamente por la inflación.Durante un cuarto de siglo, los países en vías de desarrollo han estado en pugna, y está claro quiénes son los perdedores: aquellos que siguieron políticas neoliberales no sólo han perdido la lotería del crecimiento, sino que cuando esos países crecían, los beneficios iban a parar desproporcionadamente a las clases más altas.Aunque los neoliberales no quieren admitirlo, su ideología también ha fracasado en otra prueba. Nadie puede afirmar que los mercados financieros hicieran un trabajo estelar en la asignación de recursos a finales de la década de 1990, cuando un 97% de las inversiones en fibra óptica necesitaron años para ver la luz. Pero al menos ese error tuvo una ventaja inesperada: con la bajada de los costes de la comunicación, India y China se integraron más en la economía mundial.Pero es difícil ver muchas ventajas en la enorme e inadecuada asignación de recursos al sector de la vivienda. Las casas construidas recientemente para familias que no podían pagarlas se están deteriorando a medida que millones de estas familias se ven obligadas a dejar su hogar y sólo quedan en pie las fachadas. En algunas comunidades el Gobierno ha tomado por fin cartas en el asunto y está retirando los restos. En otras, la destrucción se extiende. De modo que incluso aquellos que han sido ciudadanos modelo, endeudándose con prudencia y manteniendo sus casas, descubren ahora que los mercados han hecho que disminuya el valor de su vivienda más allá de las peores pesadillas.Ciertamente, este exceso de inversión en el sector inmobiliario tuvo sus beneficios a corto plazo: algunos estadounidenses disfrutaron, aunque sólo fuera durante unos meses, de los placeres de ser propietarios y de vivir en una casa más grande de lo que podían permitirse. ¡Pero a qué precio para sí mismos y para la economía mundial! Millones perderán los ahorros de su vida con la casa. Y las ejecuciones de hipotecas de viviendas han precipitado una recesión mundial. Cada vez se coincide más en el pronóstico: esta crisis será prolongada y extensa.Y los mercados tampoco nos prepararon bien para el encarecimiento del petróleo y los alimentos. Por supuesto, ninguno de los sectores es un ejemplo de economía de libre mercado, pero ése es en parte el argumento: la retórica del libre mercado se usa selectivamente; se asume cuando sirve a intereses especiales y se descarta cuando no es así.Quizá una de las pocas virtudes del Gobierno de George W. Bush es que el desfase entre retórica y realidad es menor que con Ronald Reagan. A pesar de toda su retórica de libre mercado, Reagan impuso restricciones comerciales a mansalva, incluidas las famosas restricciones de exportación "voluntarias" a los automóviles.Las políticas de Bush han sido peores, pero el grado en que ha servido abiertamente al complejo industrial y militar estadounidense ha sido más meridiano. La única vez que el Gobierno de Bush se volvió ecológico fue cuando empezó a subvencionar el etanol, cuyas ventajas para el medio ambiente son dudosas. Las distorsiones del mercado de la energía (en especial a través del sistema tributario) continúan, y si Bush hubiera podido salirse con la suya, las cosas estarían peor.Esta mezcla de retórica de libre mercado e intervención estatal ha funcionado especialmente mal para los países en vías de desarrollo. Se les dijo que dejasen de intervenir en la agricultura, con lo cual sus agricultores quedaron expuestos a una devastadora competencia por parte de Estados Unidos y Europa. Sus agricultores habrían podido competir con los estadounidenses y los europeos, pero no con las subvenciones estadounidenses y europeas. No es de extrañar que las inversiones en agricultura en los países en vías de desarrollo desaparecieran y que el desfase alimentario se agravara.Los que prodigaron este mal consejo no tienen que preocuparse de mantener un seguro contra demandas por negligencia. Los costes los soportarán los países en vías de desarrollo, en especial los pobres. Este año veremos un gran aumento de la pobreza, sobre todo si la medimos correctamente.Dicho de manera más sencilla, en un mundo de abundancia, millones de personas en los países en desarrollo siguen sin poder pagar las necesidades nutricionales básicas. En muchos países, la subida de precios de los alimentos y la energía tendrá consecuencias especialmente devastadoras para los pobres, porque estos artículos constituyen una parte más elevada de sus gastos.El enfado en todo el mundo es palpable. Los especuladores son blanco de buena parte de esa ira, lo cual no es sorprendente. Los especuladores sostienen que no son la causa del problema, sino que simplemente se dedican al "descubrimiento de precios", o en otras palabras, están descubriendo -un poco tarde para hacer mucho respecto al problema este año- que hay escasez.Pero ésa es una respuesta poco honrada. Las expectativas de subida y volatilidad de los precios animan a cientos de millones de agricultores a tomar precauciones. Puede que ganen más dinero si guardan un poco de su grano hoy para venderlo más tarde; y si no lo hacen, no podrán pagarlo si la cosecha del año siguiente es menor de lo esperado. Un poco de grano sacado del mercado por cientos de millones de agricultores de todo el mundo se convierte en mucho.Los defensores del fundamentalismo del mercado quieren achacar la culpa no a los fallos del mercado sino a los fallos del Gobierno. Cuentan que un alto cargo chino decía que el problema era que el Gobierno estadounidense debería haber hecho más por ayudar a los estadounidenses de rentas bajas con sus viviendas. Estoy de acuerdo. Pero eso no cambia los hechos: los bancos estadounidenses gestionaron mal el riesgo en una escala monumental, y esto tuvo repercusiones mundiales, mientras que los que dirigen estas instituciones se han ido con miles de millones de dólares como compensación.Actualmente percibimos un desajuste entre los beneficios sociales y los privados. Pero a menos que estén escrupulosamente alineados, el sistema de mercado no podrá funcionar bien.El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica. Aprender esta lección tal vez sea un rayo de luz en medio de la nube que ahora se cierne sobre la economía mundial.Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y recibió el Premio Nobel de Economía en 2001. Su último libro, escrito con Linda Bilmes, es La guerra de los tres billones de dólares. Project Syndicate, 2008.

miércoles, 2 de julio de 2008

Mas adiccion a la bolsa

Artículo :Adictos a la bolsa -El placer del RiesgoFecha:21-5-00Autor o remitente :Nuria Ramírez para el suplemento de Salud de ABC.
La adicción al juego en Bolsa no es nueva.En Alemania durante la reunificación, la búsqueda del enriquecimiento rápido convirtió la adicción a las inversiones en una autentica epidemia. Sin llegar a una explosión de casos, este fenómeno ha empezado a vivirse en nuestro país, a medida que el mundo financiero ha empezado a entrar en las vidas del español de a pie.Los medios de comunicación, el teletexto y, sobre todo, Internet han sacado la información bursátil del parque. Invertir ha dejado de ser un campo vedado para iniciados, y una de cada tres familias confía sus ahorros a la Bolsa.En este ambiente propicio, los psiquiatras empiezan a detectar comportamientos preocupantes en personas que se enganchan a las cotizaciones como una adicción de poder. Se calcula que en España el 7 % de los inversores son patológicos y, aproximadamente un 5%, presenta algun trastorno.Uno de los mayores riesgos de esta dependencia es que puede permanecer encubierta durante mucho mas tiempo.
A diferencia de otras ludopatías como el juego de las tragaperras o la ruleta, la obsesión por el mundo bursátil esta socialmente bien considerada y resulta difícil de identificar. Las consecuencias, sin embargo, pueden ser nefastas para el afectado y su entorno familiar. Se recuerdan suicidios de personas que se toparon con la quiebra total, "pero la ruina suele ser mas afectiva que económica" asegura Francisco Perendreu, director del Centro Catalán de Adicciones Sociales. "Conozco personas que han perdido todo su patrimonio, pero en la mayoría de los casos lo que se produce es una perdida emocional y afectiva de la familia". "El adicto dedica todo su ocio al mundo de la bolsa, abandona a sus seres queridos, a sus amigos, no sale al cine o al teatro porque significaría perder tiempo para hacer una buena operación".Es tal su obsesión, que cuando se produce la separación matrimonial, ve en el divorcio una liberación mas que un castigo.Se consideran victimas, piensan que su mujer no entiende que el este peleando y trabajando para mejorar la situacion de la familia" señala Perendreu. Como en otras adicciones, el primer paso del tratamiento es conseguir que el paciente reconozca su enfermedad.Después, la terapia debe centrase en tres ejes, según el catedrático en Psiquiatría Francisco Alonso Fernández : farmacológico, para conseguir una normalización neuroquimica; compresión, el adicto social debe sentirse comprendido por el terapeuta, y una nueva reorganización de la vida, en la que el paciente debe abandonar la actividad bursátil.Para el profesor Alonso Fernández, autor del libro "Las otras drogas (Alimentos, sexo, televisión, juego, compras y trabajo)", debería existir una reglamentación más estricta, que velara contra la coacción del juego."Hay que dar a las personas los instrumentos que soliciten y no ofrecérselos de forma coactiva"."Las tragaperras deberían estar en las salas de juegos y no en los bares, de la misma forma que no debería haber información bursátil en la habitación de un hotel, si no se solicita", afirma .A su juicio, el juego en la Bolsa debe considerarse una LUDOPATÍA más, tanto como las tragaperras, porque combina los factores fundamentales de la adicción al juego: el placer del riesgo y la convicción de que se va a dominar el azar y, por lo tanto, se va a ganar dinero. Sin embargo, Jerónimo Sainz, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, no cree que la obsesión por la bolsa pueda considerarse una ludopatía, "quizás deba hablarse de uso excesivo, porque la ludopatía se basa principalmente en los juegos de azar, y aunque la bolsa tenga un componente de imprevisibilidad no es azar puro", discrepa Sainz.En el Ramón y Cajal existe un programa especifico de ludopatía "y tras más de 2.000 casos, nunca he visto un paciente cuyo comportamiento responda al patrón de ludópata obsesionado por la Bolsa".
EL "GANCHO" DE INTERNETYa nadie duda que la red de redes es un fenómeno imparable.Se ha convertido en herramienta insustituible, pero puede convertirse en un arma de doble filo. Psicólogos y psiquiatras han advertido (también desde estas páginas) que internet puede crear adicción, pero el catedrático Francisco Alonso Fernández, presidente de la asociación Europea de Psiquiatría Social, ha sido el primero en calificar la red como "un autentico enganche de adicciones". "Engancha al propio internet, al consumo, a los juegos de azar, al video juego, a la pornografía..".En los adictos al mundo bursátil, internet también ha supuesto una gran ayuda. De hecho, la mayoría de los jugadores no acuden al parque, invierten a través del ordenador "lo que lleva a combinar su obsesión por la bolsa con otras adicciones sociales y químicas, o desordenes alimentarios" asegura Alonso Fernández.Pero ¿ que tienen en común la bulímica o el comprador compulsivo con el mundo de las cotizaciones?. Según este especialista, todos son trastornos impulsivos en los que, además, subsiste un problema depresivo de fondo.
¿Soy un inversor patológico?La adicción al juego de la bolsa es una enfermedad invisible que puede pasar inadvertida durante mucho tiempo.Respetado por nuestra sociedad, la obsesión por las inversiones llega a permanecer oculta sin que los propios familiares se percaten de que el aficionado por el mundo bursátil se esta convirtiendo en un inversor patológico.Detectado a tiempo es fundamental para conseguir mejores resultados en el tratamiento y evitar males mayores. Los expertos alertan sobre estos síntomas:
1) PREOCÚPESE SI LAS INVERSIONES en Bolsa se han convertido en el eje de su vida.2)SI PERMANECE PENDIENTE de las cotizaciones nacionales e internacionales durante el día y muchas horas de la noche.3)SI UN DIA NO PUEDE dedicarle tiempo a la bolsa, lo pasa muy mal, reacciona con ansiedad padece trastornos digestivos, inquietud, irritabilidad...4) ABANDONA OTRAS ACTIVIDADES profesionales y, sobre todo, sociales y familiares.5) SU TIEMPO DE OCIO esta íntegramente destinado al mundo de las inversiones.6)EL CARÁCTER Y PERSONALIDAD del afectado se va transformando: se vuelve más introvertido, sedentario, asocial...7)SUELEN SER VARONES de 30 a 50 años con un carácter impulsivo y muy competitivo.8)SU PERFIL LABORAL es brillante y sus ingresos son medios-altos.9)PROCEDEN DE FAMILIAS donde ha habido problemas financieros e incluso conflictos familiares centrados en una penuria económica.10)TIENEN PROFESIONES que le obligan a estar en contacto muy directo con el dinero. Los cajeros de banco serian, por ejemplo, un grupo de riesgo.11)RELACIONAN EL ÉXITO y el triunfo con el capital. Por ello, su mayor aspiración es conseguir algun día el "gran pelotazo" y enriquecerse, aunque siempre seguirían reinvirtiendo lo ganado.

Ludópatas de la bolsa

Gabriel, oscense de 32 años, se califica de ludópata. No va al bingo ni se pega a las tragaperras. Su adicción del siglo XXI: la compraventa compulsiva de acciones en Internet. Hace seis años obtuvo unos ingresos por la venta de un piso. Como los tipos de interés estaban bajos decidió buscar mayor rentabilidad en la Bolsa. "Empecé poco a poco, hasta que perdí el control. En los últimos tiempos no invertía, simplemente jugaba. Mi familia me dio un ultimatúm.

Daniel, barcelonés de 24 años y licenciado en Administración de Empresas, tiene el mismo problema (ambos nombre son falsos). "Hay una delgada línea roja que separa lo que es una forma de ahorro de la adicción. Yo la traspasé. Me saltaba las clases. Necesitaba saber en todo momento qué hacía la Bolsa. Operaba sin importarme si tenía información sobre las compañías. Sólo por la excitación que me producía", asegura.
Ambos están en tratamiento en la Unidad de Juego Patológico del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona). De un tiempo a esta parte empieza a ser más habitual ver a pacientes con adicción a la Bolsa en este centro. Susana Jiménez, coordinadora de la Unidad, señala que mucha gente ni se plantea que tiene un problema porque, en principio, esta actividad no se relaciona socialmente con el jººuego. Además, el perfil de este nuevo adicto (varón, universitario, con un poder adquisitivo medio/alto) no se corresponde con el estereotipo tradicional del ludópata.
Jiménez cree que en el futuro el número de casos "será cada vez mayor". "Internet y el móvil permiten tener acceso 24 horas en tiempo real a los mercados. Es un claro adelanto y positivo para quienes saben controlarse. Sin embargo, para aquellas personas propensas a adicciones, la tecnología complica la situación".
La figura del intermediario está cada vez más difuminada. Cualquiera puede abrir una cuenta de valores con un capital mínimo por Internet y lanzarse al mercado. Además, las sociedades de valores suelen ofrecer préstamos para invertir. "El pequeño inversor cree que la Bolsa se ha democratizado. ¡Es un gran error! Es un mundo peligroso, donde el establishment nos invita a entrar pero no nos da las armas adecuadas", alerta José Luis Cárpatos, inversor profesional. "La gente cree que lo importante es acertar con el valor. Sin embargo, la clave es el control de la mente. Somos nuestro peor enemigo".
En opinión de este experto, el mercado no incita por sí mismo a la ludopatía y los que caen en ella es porque son problemáticos. Si no se hacen adictas a la Bolsa lo harán a otra cosa. "Ahora bien, sí que puede absorber por completo. Cuando perdemos estamos tan abatidos que no pensamos en otra cosa". La teoría dice que hay que cortar las pérdidas y dejar correr las ganancias, pero la mente tiende a hacer lo contrario. "Antes de entrar hay que estar por lo menos dos años simulando las operaciones sin dinero. Así podremos conocer todos nuestros sesgos psicológicos, desde la potencial adicción a nuestra resistencia a cerrar una posición en pérdidas".
En EE UU, el regulador bursátil, la SEC, ha accedido, pese a las presiones de la industria, a insertar un enlace en su web para acceder a una organización especializada en ludopatía. Marvin Steinberg, director de este centro, señala que la mayoría de los inversores actúan con objetivos a largo plazo. Pero un pequeño porcentaje "juega igual que en un casino por lo que cumplen los criterios de juego patológico".
Enrique Echeburúa, catedrático de Personalidad en la Universidad del País Vasco, recomienda preguntarse: "Si compro para excitarme y evadirme de una depresión o si tengo más aficiones aparte de la Bolsa".